25 de diciembre de 1980, la familia Medina se encontraba a minutos del brindis de Nochebuena, era una de esas noches esperadas por varios, reunión familiar, cena, festejo, con una leve adrenalina de brindis y fuegos artificiales junto las entregas de regalos, nada podía salir mal, eso es lo que creían Octavio Medina, padre de dos hijos: Darío Medina y Natalia Medina, de nueve y diez años, casado con Laura Contreras.
Luego del
brindis, los dos hermanos salieron a ver cómo los fuegos artificiales
iluminaban y tronaban el cielo como si fuera a llover, seguido de Octavio que
se acercó a ellos para darle un abrazo.
En ese momento Darío aprovechó para hacerle una pregunta:
—¿Papá, ¿qué es lo que hay arriba del ático? Se escuchan muchos ruidos.
—No te preocupes, hijo, deben ser solo ratas, Mañana me encargo —le dijo el padre con una forzada sonrisa.
Luego de la
charla decidió entrar a la casa para seguir la velada de Nochebuena.
Darío decidió quedarse afuera, anonadado por los fuegos
artificiales, hasta que de repente se escuchó un grito totalmente ensordecedor. En la desesperación, la familia
completa salió de prisa en busca de Darío. Pero todo fue en vano. Darío
no se encontraba por ningún lado. Fue entonces
cuando vieron a un vecino mirando hacia arriba, aterrado y perplejo por lo que
acababa de ver. Al girar la mirada, otros vecinos también se encontraban en la
misma posición. Fue entonces cuando un niño se acercó a ellos y les dijo:
—Yo lo vi, vi cómo algo gigante apareció de la nada y se lo llevó, tenía alas…
y volaba rápido.
Perplejo por
lo que acababa de escuchar, Octavio sintió cómo algo chocó contra el suelo de
la calle, provocando un gran estruendo.
Y ahí estaban, Solo las zapatillas.
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